noviembre 27, 2005

un poema que tiemble
un poema con siete ojos
en la boca
que mire que espíe que busque que espere

nervioso
mientras se coloca acido
en los ojos diciendo pop corn pop corn
que explote
un poema que vocee PERO PERO
pujando mientras pare un pulpo
un poema teñido
un poema con carcinoma y sobretodo
con una navaja debajo del brazo
esperando en una esquina
un poema hincado
acechando para exprimirle el cuello a una guinea
un poema con hipo
con taquicardia
derritiéndose mientras huele
cemento, pinol, aguadulce
un poema

uno

noviembre 23, 2005

Ayer descolgué mi cabeza del tubo de la ducha. Ya tengo al menos ocho cosas que quiero hacer. Ya no escribiré más poemas, ahora voy a dibujar comics: una serie de monigotes con cabellos esponjados y aretes largos, que gusten de los peces y las abejas, que tengan jardines zen en las salas de sus casas, y que muestren cierta patología con apretarse las uñas de los pies cuando se les encarnen.
También vigilaré a las cucarachas. Voy a perseguirlas con una cajita de madera en las manos. Y cuando me aburra, voy a hundirme los dedos en los ojos para ver estrellas y lacitos negros. He pensado además en volverme buda, sentarme debajo de una mata de alambres, y no enterarme si alguien espera algo de mí. Voy a recolectar lápices de colores, como Alejandra, pero no los regalaré a mis amigos. Los pondré en fila india en la mesa de la sala para esperar el próximo terremoto, o si se tarda, dejaré uno por día en cualquier taxi que tome.
Ahora en navidad, voy a fotografiarme con los reyes magos en la Alameda, y le daré un billete de veinte pesos a la señora de los chicles en el metro Bellas Artes para que me cuente otra vez la historia de los fantasmas que viven en su casa, y la de los conejos, pero no escribiré ningún poema, no lo haré.