junio 20, 2007

Afuera el huracán se abraza a la ventana.
Zumba en los cristales con su fiesta de moscas violinistas.
Ese ruido de acero desgarrado se funde en la cortina,
su fuerza avisa una música honda,
un abrazo que señala lo inevitable:
Ser penetrada por el tren como la ciudad,
traspasada por el tren.
Ser bendecida por las viejas llagas,
esperando abrirse,
danzando,
esperando abrirse una vez siquiera.
Ser masacrada por el huracán.
Confieso: tengo tantas ganas de contarte la herida en mi seno derecho.

El presagio es esperar,
amarrarse los dedos y decir:
Son tuyos todos los semáforos
el tren.
El huracán es mío.
Son tuyos todos los semáforos.