marzo 10, 2006

Hay que mirar a esa gente que tiene ritmo en la cara, que anda siempre con las cinco vocales boca abajo, metidas en las axilas o entre las medias, que juega con todo y con los dientes, con el ziper de los pantalones o los carritos de supermercado, que entra en un baño publico y orina, sin mirar el piso, el techo, la cucaracha o la lámpara, y luego escribe algo en la pared, que sólo cree en los faroles, en los banquitos rotos de los parques, en las belloneras, en las bolas de billar (sobre todo en el ocho negro, la bola negra que tiene un ocho y que es la última en marcharse de los lugares), que hablan encima de unos patines, que se paran en las azoteas a ver los espectaculares de Dove, gente que camina y hace todo como si no esperara nada, como esperando otra cosa, como sin darle la mayor importancia.