julio 29, 2006

La uña que tenía problemas existenciales

Hubo una vez un día una uña que se quería meter en otros dedos, en otros zapatos. Como había estado deprimida por varias semanas, la uña se empezó a sentir desganada, no quería crecer, tampoco aceptaba el esmalte de colores y mientras su dueña la pintaba una y otra vez, el color seguía degradándose instantáneamente.

Hasta que un día, la dueña de la uña, viendo la situación en la que ésta se encontraba, le propuso mudarse de pies, pues según le dijo, existían unas concesiones especiales para ese tipo de uñas que tendían constantemente a sentirse fuera de lugar y deprimirse. La uña se contentó bastante, y sin preguntar mas, dijo: !sí! !mudarme!, la gente se muda siempre, yo seré una uña mudada.

Sus nuevos pies la esperaban en la puerta. Era la oferta de un día, de nunca más. Era tomarla o desaprovecharla, por eso se fue sin pensar en nada.

Los nuevos pies estaban contentos de tenerla. Y es que entre sus diez dedos en total, no tenían más que esa nueva uña, las demás se habían ido, hacía mucho tiempo, presas de la depresión, hacia otros dedos, hacia otros rumbos.

Sola entonces, la uña estaba súper agitada por tanto espacio, no tenía que permanecer en un dedo siquiera, podía moverse del pulgar al mayor, al otro angular del otro pie, a todos lados, estaba sola y por tanto, podía moverse a cualquier hueco, y como siempre quedaban nueve dedos vacíos, era pura diversión irse mudando día con día.

Pero un día, en una hora y siempre pero, la uña se hartó de moverse y se sintió tan sola y se juzgó atrapada, ultrajada, por esos diez dedos que la esperaban siempre para repartírsela. Así que se posó en el meñique izquierdo por meses y meses, sin poder llamar la atención de su dueño, que no acudía a salones de belleza a hacerse pedicures, ni mucho menos lavaba sus pies con regularidad. Ante tal indiferencia, la uña empezó a encarnarse en el meñique de su dueño, provocándole dolores terribles, sobre todo por las noches. Sin embargo, la situación no pasó de una simple cortada de uña con un alicate viejísimo que el dueño, que le valía madres un dolor de esa calaña, había conseguido en alguna gaveta vieja.

Así que un día de agosto, la uña despertó extraña, miró los nueve huecos de los pies, y le salió una carcajada que hizo despertar a su dueño, quien le preguntó enseguida: ¿Ya entendiste todo? La uña pudo decirle entre risas: Jajaja, ¡soy uña! ¡siempre seré uña!

Y así fue como la uña se quedó entre sus diez huecos, diligentemente fragmentada y delirando de gusto, hasta que el dueño de los pies se murió, quien sabe de qué, pero eso no importa.

julio 20, 2006

La angustia sigue y debajo los pies
Arriba la cabeza y un manto azul con cosas blancas que nunca bajan

Las únicas manos que veo se van cubriendo de carcoma
Los pies se van deformando, se arrastran
Volvemos a ser reptiles esperando a que se acabe la sequía,
sacando la lengua y esperando
esa calle, siempre, esa carretera que no se termine
Pero el sueño también se deshace
porque todo esto es un conteo maldito
Las paredes manchadas, la tela deshebrándose
La carne, las migajas de carne que voy dejando cada vez que amanece
Y la noche que siempre llega
No escribiré sin luna o con luna
La luna no significa nada
Nunca significó nada
La luna está más lejos que cualquier farol
Y mis ojos siguen pudriéndose, mirando la carretera, el edificio
El paraíso que hemos elegido: el manto gris, la carretera

Vivir debe ser un vicio
Cada noche siento que es igual en cualquier otra parte