octubre 29, 2005

cerca del poste de luz una piraña
me mira con los ojos bizcos
me guiña los ojos
y sus pestañas se abren se cierran se abren

al otro lado de la calle un señor

lleva las manos en los bolsillos
lleva un llavero
con unas llaves
en una mano que lleva adentro
en un bolsillo
y un sombrero blanco en la cabeza
y cuando lo levanta
y saluda
salen pingüinos blancos cojeando
y aplauden
cruzando la calle
hasta la otra orilla y yo
miro a los pingüinos agacharse
y envolver pirañas en funditas transparentes
que van vendiendo a los chóferes en el semáforo

Llueve y el calor comprando una sombrilla, mientras la gente huye, hundiendo los pies
en la calle.

octubre 13, 2005

Abajo hay un callejón desolado;
arriba está la azotea desierta,
sin tendederas, sin alambres: muerta.
No, nada útil me ha sido arrebatado.
Me quedo a mirar, nada ha terminado.
Un hombre me observa y su mano abierta
tiembla, silba, ríe y abre una puerta,
suda, aplaude, porque la he encontrado,
y quiero escribir: mano que medita;
y sólo escribo: la mano doblada
en la gaveta parece estrujada;
escribo y la azotea se levanta;
el hoyo, la ciudad, todo se espanta,
todo lo mío, todo lo que habita